Consumismo y conciencia

Comprender qué es el consumismo, el origen de las prácticas de consumo actuales y algunas formas de intentar cambiarlas

Shooping

La necesidad de un cambio en la actitud del ser humano hacia el planeta es una advertencia que, hoy, se presenta en los más diversos formatos. Las investigaciones, las noticias, las conferencias o incluso las conversaciones comunes llaman la atención constante sobre la degradación ambiental acelerada. Aunque la discusión sobre el calentamiento global o el efecto invernadero es controvertida, la sociedad en su conjunto parece haber entendido o ser consciente del debate. Pero si es así, ¿por qué este cambio de actitud ocurre a menudo a un ritmo tan lento?

Quizás la respuesta a esa pregunta se encuentre en nosotros mismos. Aislar la culpa de las grandes corporaciones que utilizan recursos energéticos no renovables, el maltrato a los animales o al medio ambiente no es suficiente. Para que se produzca un cambio en la cúspide de la pirámide, es fundamental que se produzca un cambio en la base responsable del consumo: todos. Si la crítica no llega al consumo, la conciencia no es completa.

En este contexto, comprender que las actitudes humanas desencadenan diversos efectos secundarios en la naturaleza es fundamental para desarrollar un consumo consciente. Sin embargo, comprender que esta práctica de consumo insostenible, que hoy parece tan natural, tiene orígenes y conceptos, puede ser aún más eficaz para dilucidar la diferencia entre necesidades reales y construidas.

Orígenes del consumo

El consumo tiene su origen ligado a la implementación del modelo productivo actual. Debido a los avances tecnológicos, la economía de mercado nació en el siglo XIX. La sociedad de producción y consumo masivo no se difundió y desarrolló hasta el siglo XX. Con la Primera Guerra Mundial, la producción industrial en serie -principalmente, de artefactos de guerra- creció tanto en técnica como en mercado. Así, la producción industrial de otros productos y bienes de consumo, en consecuencia, sufrió el mismo incremento en la escala de fabricación.

Sin embargo, con la crisis de 1929 se comprendió que no bastaba con invertir en la producción de bienes, es decir, también era necesario crear una demanda además de las necesidades básicas. La industria de la comunicación, que avanzaba rápidamente en este período, comenzó a colaborar para este propósito. Dado que la comunicación es una expresión y parte de la cultura, la industria en esta área influyó en los modos de organización y pensamiento social.

Además, después de la Segunda Guerra Mundial, se desarrollaron las teorías del “capital humano”, que tratan al individuo como un componente del sistema productivo. Así, cada persona se proyecta en el sistema social como trabajador y consumidor potencial. El concepto de cultura de masas proviene de esta lógica de una cultura transformada en mercancía. A pesar de la idea de que la industria cultural amplió el acceso a la cultura, el camino tomado fue absolutamente al revés. Esta industria ha trivializado la formación cultural a favor de crear un producto de rápida asimilación y consumo.

Consumismo, publicidad y cultura

Además de los modelos del sistema productivo, ¿qué más nos lleva a consumir? ¿Cuáles son las motivaciones detrás del consumo de bienes y servicios? Según Paulo Francisco Mantello, el consumo llena un vacío inherente al hombre. En este sentido, el capitalismo y la sociedad de consumo solo aprovecharían este “deseo de desear”. La publicidad también juega un papel fundamental porque trabaja para dar sentido al consumo.

Con la Guerra Fría, los niveles tecnológicos alcanzaron niveles nunca imaginados y los medios se globalizaron. Con el fin de este conflicto, comienzan los debates sobre la globalización. Hubo una globalización del modo de producción capitalista y se creó una sociedad civil mundial, al menos en teoría. En esta sociedad civil, la industria cultural estandariza los modelos de consumo y pensamiento. La heterogeneidad cultural inherente a la diversidad humana en la industria cultural es una heterogeneidad coherente en la que el factor de identidad es el consumo y el factor de integración es el mercado.

En palabras de Sérgio Campos Gonçalves: “Así, a menudo, el hombre, sin darse cuenta, procede como parte de una máquina (la sociedad de consumo) cuya lógica de funcionamiento no comprende y que es su creación. Esta máquina entonces comienza a recrear al hombre ".

Es decir, a medida que la sociedad de consumo se consolida, la cultura suele acabar siendo banalizada para un consumo rápido. Este proceso es favorecido por la industria de la comunicación a través de la publicidad para generar una demanda no imprescindible en la sociedad. El nivel y estilo de vida basado en el consumo asume un carácter de identidad cultural y el consumismo empieza a dictar con mayor intensidad las relaciones sociales contemporáneas.

Consumo sostenible y consciente

Con la aparición de problemas ambientales y la asociación del consumismo con los residuos, han surgido nuevas tendencias en la sociedad. La sostenibilidad, así como la conciencia, son parte del pensamiento de las personas y el consumidor tiende a dejar de someterse a las reglas del mercado.

El consumo sostenible y el consumo verde llaman la atención sobre nuevas prácticas que se oponen al consumo inmediato. El consumismo infantil se ve como una dirección contraria a la sostenibilidad y ahora se toman medidas sobre este requisito.

Aun así, estas tendencias no afectan a toda la sociedad por igual, ya que los precios de los productos ecológicos a menudo no son accesibles para todos. Sin embargo, si hay un cambio en la demanda, de alguna manera, la oferta necesitaría cubrirlo y este tema puede ser uno de los que debería trabajarse para la conciencia general.

Algunos movimientos amplios o aislados trabajaron a favor de este consumo de pensamiento. Además de la ruptura con el modo de producción al que estamos acostumbrados, las obras solo exigen una mayor conciencia. Un ejemplo de esto es el video producido por Gary Turk.